Del 8M a Amazon: CNT y CGT resucitan a costa de los dinosaurios sindicales

Los pequeños sindicatos vuelven a sacar la cabeza después de décadas opacadas por Comisiones Obreras y UGT gracias a los movimientos sociales.

«UGT y Comisiones Obreras han abandonado del sindicalismo más básico, el de los centros de trabajo. A estos sindicatos solo les interesa la gran concertación, llegar a acuerdos con el Gobierno y hablar de negociaciones colectivas, pero solo con la patronal, nunca en las empresas. Les veo más en la prensa relacionados con escándalos, como el de los cursos de formación o los ERE de Andalucía, que por sus logros con los trabajadores. Ahora mismo no puedo recordar un acuerdo de UGT o CCOO que haya mejorado notablemente las condiciones de los trabajadores, sino todo lo contrario: sueldos congelados o subidas por debajo del IPC. A resultas, están viendo cómo la clase trabajadora les da la espalda». El que firma el análisis es Tomás Rodríguez, secretario de acción sindical de CGT, teleoperador y delegado sindical no liberado, pero es un secreto a voces que las grandes centrales sindicales ni están, ni se las espera.

Esta semana los trabajadores del centro logístico de Amazon en Madrid hicieron dos días de huelga. Durante el jueves, la empresa se vio obligada a suspender algunas rutas de reparto por falta de personal y a reconocer retrasos en las demás. No fue una huelga cualquiera, sino la primera que golpea a un gigante de la ‘nueva economía’ en nuestro país ​—Deliveroo llegó antes, pero no puede compararse con la magnitud de Amazon—. También fue un éxito sindical que logró movilizar al 98% de la plantilla frente a las naves de San Fernando de Henares, donde las banderas que ondearon más alto fueron las de la Confederación General del Trabajo, mayoritario en el comité de empresa de Amazon Logistics.

«El caso de Amazon explica bien la situación que vivimos», explica Rodríguez, «porque tiene un perfil de trabajador preparado y joven, pero precario. Para UGT y CCOO es muy complicado acceder a este perfil, porque básicamente solo pueden decirle ‘afíliate, que ya veremos’, mientras que nosotros les ofrecemos luchar ya, en el momento, por mejorar sus condiciones laborales». Este secretario de CGT, con veinte años de trayectoria a sus espaldas, cree que «el mundo sindical como se concebía el siglo pasado está desapareciendo poco a poco» y que los grandes dinosaurios del sindicalismo no saben por dónde sopla el aire, algo que reconocen incluso desde dentro: «Es un mundo al que hemos llegado tarde. Se nos acerca gente de Deliveroo a preguntar, pero no son asalariados y no los representamos. Se está intentando reconocer la relación laboral, pero tal y como está la regulación, es lento. Para empezar a regularse como trabajadores, tendrían que llevar seis meses contratados y no suelen estar tanto tiempo. Las empresas lo aprovechan y los sindicatos vamos muy por detrás», reconocían fuentes de CCOO a este periódico en febrero.

Los dos sindicatos mayoritarios en nuestro país han perdido en torno a 600.000 afiliados desde que comenzó la crisis. Hasta ese momento se movían holgadamente por encima del millón de afiliados cada uno, si bien ahora se contentan con frenar la sangría y establecerse en torno a los 900.000. Muchos de los que han roto el carnet se han pasado a formaciones como CGT o la CNT (Conferencia Nacional del Trabajo), con 100.000 y 50.000 afiliados respectivamente, de perfil más combativo y escorado políticamente; si UGT es socialista y CCOO comunista, CNT y CGT se definen como anarcosindicalistas.

En realidad CGT y CNT son instituciones hermanas. El primero lo fundaron en 1989 anarquistas escindidos de CNT que no estaban de acuerdo con el rumbo que estaban tomando, sobre todo en torno a un punto caliente: las elecciones sindicales. Se trata de un proceso cuatrienal en el que los comités de empresa de todo el país eligen a sus representantes sindicales; a los sindicatos les va la vida en ello, no solo porque implica influencia directa en los centros de trabajo, sino por el acceso a subvenciones públicas. CNT es el único sindicato que siempre se ha negado a acercarse a las empresas o al dinero público.

Ana Sigüenza era, hasta que se jubiló hace poco, profesora en un instituto del sur de Madrid. También fue la primera secretaria general de un sindicato en España, entre 2000 y 2003; hoy es una biblia del sindicalismo: «Fuimos los únicos que se opusieron a participar en las primeras elecciones sindicales, de extrapolar el modelo parlamentario al mundo del trabajo, y ahí comenzó nuestra travesía por el desierto, porque sin subvenciones un sindicato está condenado a ser minoritario», dice a este periódico. «Veníamos del franquismo y todos los sindicatos estaban encantados con que se votase y establecer comités de empresa, pero nosotros no estábamos de acuerdo. Les decíamos ‘cuidado, que lo que te están dando las empresas, se lo van a cobrar por otro lado’. No es bueno que haya trabajadores liberados en las empresas, que tengan privilegios como no ser despedidos… eso te lo están regalando, no puedes ser independiente. En su momento dijimos que esto sería el final del sindicalismo español y cuarenta años después siento que no nos hayamos equivocado».

En vez de los comités de empresa, CNT aboga por las secciones sindicales, esto es, que sean los grupos de trabajadores de una misma empresa o sector que comparten sindicato los que tomen las decisiones. En 1993 el Tribunal Constitucional reconoció el derecho de representación de los trabajadores a las secciones sindicales, si bien desde CNT afirman que se les sigue ninguneando en muchas empresas. A finales de los 80 se desgajó CGT, preocupado por quedar al margen del esquema sindical y también por las acusaciones de filoterrorismo que recibía la CNT surgidas del caso Scala. CGT se ha presentado desde entonces a todas las elecciones sindicales, siendo el cuarto más votado por detrás de CCOO, UGT y CSIF, el sindicato de funcionarios.

Foco en los movimientos sociales

Aun en paralelo, ambos sindicatos están creciendo en afiliados dentro de las empresas cuyo tamaño no da para un comité y en los trabajadores autónomos: «Nos hemos centrado en la atomización del trabajo, en las pymes y los autónomos, esos a los que ahora quieren llamar emprendedores, pero son más trabajadores que nadie», dice Sigüenza. «UGT y CCOO se crearon para funcionar en las grandes fábricas, en el sector industrial, y esto ya no existe. Ha cambiado el equilibrio: todo se produce fuera, las empresas no necesitan al trabajador tanto como antes y, por tanto, estas enormes estructuras sindicales han dejado de tener sentido. Los jóvenes de ahora no van a ir a la Fasa Renault o a una oficina como sus padres, sino que van a trabajar para varias empresas a la vez. A ellos este sindicalismo no solo no les representa, sino que da mala imagen a la sociedad verlos tan desaparecidos. Es un sindicalismo para señores mayores en el que las mujeres y los jóvenes no se ven en absoluto reflejados».

¿Y qué están haciendo para convencer a los jóvenes? Pescar en los movimientos sociales, especialmente reivindicativos desde el 15M. Los sindicatos alternativos llegaron antes que CCOO y UGT al movimiento antidesahucios o a las mareas, y posteriormente lo han capitalizado el más poderoso de todos ellos: el feminista. De hecho el día de la huelga feminista fueron CNT y CGT, esta vez juntas, las que se anotaron el tanto. Ambos sindicatos, sin símbolos visibles, encabezaron la manifestación en distintas ciudades de España, dejando en evidencia a CCOO y UGT, a los que acusan de intentar boicotearles con juego sucio. Lo cuenta Sigüenza: «Las organizadoras de la manifestación contactaron con CNT el año pasado para hacer una huelga general, porque no tenían los conocimientos del mundo laboral necesarios para convocarla, pero ya estábamos sin tiempo para organizarla. Nos comprometimos, eso sí, a trabajar con ellas durante todo este año para organizar las marchas de forma legal y masiva», dice la sindicalista. «No lo hicimos solos, sino trabajando con otros sindicatos, incluido CGT. Entre todos conseguimos la autorización en distintas ciudades para hacer una huelga de 24 horas y una manifestación por la tarde. Pues bien, desde las grandes centrales, a través de los comités de empresas, se dedicaron a decir el día antes que la huelga convocada era ilegal, y que la única autorizada era la de dos horas propuesta por ellos», afirma. «Cuando me enteré de esto me convencí de que era el final de UGT y CCOO. No me lo estoy inventando, ojo, que nos llamaban los trabajadores diciéndolo».

Desde CGT coinciden en este punto: «Es que no escuchan. No escuchan a los trabajadores y, en este caso, no quisieron escuchar a las feministas, que pedían una huelga de 24 horas. Y sí, claro que crearon confusión para intentar imponer su agenda, como también hicieron en la huelga de pensionistas del 17 de marzo», dice Rodríguez. «Todo ha ido cuesta abajo en los últimos diez años. Estos dos sindicatos mayoritarios han firmado decenas de convenios, siempre juntos, con subidas por debajo del 1% en pos de la pacificación, con la excusa de la crisis económica, pero lo cierto es que los trabajadores hemos perdido unos derechos que ahora, que salimos del agujero, no estamos recuperando. Ha sido una estafa», sigue el secretario de CGT.

«Todos los sindicatos hemos cometido errores y tenemos que debatir sobre la forma de mejorar. Tú dime qué pintamos ahora mismo ante un capitalismo tan poderoso que puede cambiar tu Constitución con una llamada. Nos hemos desvirtuado, nos hemos prostituido, estamos denigrados. El sindicalismo se ha despeñado a la misma velocidad que las condiciones laborales. Pero tendremos que encontrar un nuevo camino, porque está claro que el sindicalismo es insustituible. Lo que hace un sindicato no lo puede hacer un partido político ni una asociación. Que el sindicalismo vaya mal, ya sean unos u otros, es malo para el avance de la sociedad», concluye Sigüenza.

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